La comunidad enmascarada

Hace aproximadamente cien años, un insigne escritor vasco, don Miguel de Unamuno, decía en el final de una de sus novelas lo siguiente: "En el seno de la paz verdadera y honda es donde sólo se comprende y justifica la guerra; es donde se hacen sagrados votos de guerrear por la verdad, único consuelo eterno; es donde se propone reducir a santo trabajo la guerra. No fuera de ésta, sino dentro de ella, en su seno mismo, hay que buscar la paz; paz en la guerra misma". El autor de esta cita se sirvió de este contraste entre la idea de guerra y la idea de paz para explicar un hecho histórico real, como fue la paz constitucional que se había logrado en España en 1876 para poner fin a la última guerra carlista. Según la visión de Unamuno, esta paz se había fraguado porque definitivamente se había llegado a la conclusión de que la Comunidad vasca, definida como un pueblo dotado de intrahistoria, había quedado subsumida por su propio bien dentro de una comunidad mayor, la Comunidad española, concebida como una nación dotada de historia. Esta fórmula, inspirada curiosamente para cantar las excelencias del pueblo vasco dentro de la nación española, era a su juicio la vía para traspasar el umbral de la guerra y lograr la paz definitiva en España y Euskadi. Hoy día, a la vista de los acontecimientos de todo este siglo XX, podemos decir que este planteamiento unamuniano, de inspiración romántica, lejos de garantizar una paz duradera y un modelo de convivencia, sólo sirvió paradójicamente para anticipar lo que iba a ser el porvenir inmediato de nuestro país en las próximas décadas: El surgimiento frentista de los discursos nacionalistas vasco y español, la continuidad de guerras civiles por estos mismos criterios de nacionalidad y, finalmente, la privación de la democracia.