Felicidad

?Existen libros que instruyen, otros que defienden causas; existen libros que acusan y denuncian, otros que ofrecen curas o la salvación. Un diálogo filosófico no pide que concuerde con él ni pretende mostrar el camino. Planta la semilla de la duda y, cuando ella madura, recoge el fruto de la búsqueda y de la reflexión compartida. El conversar filosófico no es una vía rápida que liga un punto a otro de la ciudad, sino una alameda arbolada por donde se pasea placenteramente, un tanto sin rumbo, en compañía de ideas y nuevos amigos. Al final del paseo, no hay victoriosos ni derrotados. Hay el valioso reconocimiento del recorrido trazado, de las preguntas sin respuesta y de nuevos caminos a recorrer; la certeza imperturbable de que es preciso proseguir. Discutir sobre felicidad significa reflexionar sobre lo que es importante en la vida. Significa ponderar los méritos relativos de diferentes caminos y poner de relieve la extensión del hiato que nos separa, individual y colectivamente, de la mejor vida a nuestro alcance. ¿Qué era lo que estaba mal y qué permanece vivo en el proyecto iluminista de conquistar la felicidad por medio del progreso científico y material? ¿Hasta qué punto nuestras elecciones han conducido a la creación de condiciones adecuadas para vidas más libres y dignas de ser vividas? ¿Qué lecciones sacar de las conquistas y desaciertos de las naciones que lideran el proceso civilizatorio? ¿La civilización entristece al animal humano? ¿Cuál debería ser el peso del placer en la búsqueda de la felicidad y cual debería ser el lugar de la felicidad en la vida mejor? Conocer modifica lo conocido, vivir modifica lo vivido. Los temas de la filosofía están siempre volviendo al punto de partida. Ellas nunca se rinden, jamás se agotan; lo único que se acaba es nuestro aliento y nuestra capacidad de enfrentarlas.?