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Las mujeres son cantantes o pianistas. Interpretan la música, pero no la crean. Clara Schumann fue diferente. Ella quería, necesitaba componer y de esta suerte se convirtió en un fenómeno de excepción. A temprana edad, delicada, bella, con manos virtuosas, comenzó su carrera y en toda Europa se la celebró con entusiasmo. Sin embargo, Clara ambicionaba ser más que una pianista famosa. Su padre no dejó de interponerse una y otra vez entre ella y el hombre al que amaba, el también extraordinario compositor Robert Schumann. Luego sobrevino la catástrofe: Robert debió ser internado en un establecimiento para enfermos mentales. Clara no se amilanó. Trabajó como poseída y realizó una gira tras otra. Así, con inmensa tenacidad y perseverancia logró asegurar el sustento para su numerosa prole, sin abandonar jamás sus propios proyectos. Clara Schumann es la figura mítica del romanticismo alemán a quien le fue dado vivir muchos papeles y, no obstante, perseverar en el propio. Matthias Henke reseña de manera admirable y sugestiva la vida de esta mujer del siglo XX que a pesar de los innumerables golpes del destino permaneció fiel a sus metas y fue celebrada en toda Europa por su virtuosismo.