DOS PUNTOS DE VISTA SOBRE EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL




MATRIMONIO HOMOSEXUAL: EL DERECHO A LA IGUALDAD



El pasado 1 de octubre gays y lesbianas vivimos un día histórico. El consejo de ministros aprobó el anteproyecto de ley para que las parejas del mismo sexo puedan acceder al matrimonio. Con esta iniciativa legislativa se pondrá fin a la discriminación legal que miles de personas de este país sufrimos por ser homosexuales.
La conquista del matrimonio supone alcanzar el reconocimiento por parte del Estado de la plena igualdad, acabar con la discriminación en el acceso a una pensión de viudedad, el derecho de nacionalidad si la pareja es extranjera, la tributación fiscal, la adopción conjunta, la cobertura de la seguridad social, la consideración como primer familiar en el sistema sanitario o en los seguros de vida...

Ya nunca mas el estado podrá decidir si podemos o no casarnos, esta será una decisión que nadie más que nosotros como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho podremos decidir libremente.

Esta medida es ampliamente apoyada por la sociedad española, según recientes encuestas del CIS dos de cada tres encuestados estaba a favor del matrimonio homosexual, también por la mayoría de partidos políticos con representación parlamentaria que lo incluían en su programa electoral, a excepción del Partido Popular que en los ocho años que estuvo en el gobierno impidió sistemáticamente cualquier avance en los derechos de gays y lesbianas con su mayoría absoluta.

Pero en el Partido Popular conscientes del gran apoyo que nuestras reivindicaciones tienen en la calle presentaron dos días antes de que el anteproyecto fuera aprobado por el Consejo de Ministros una propuesta de ley de parejas de hecho que nos reconocía derechos, pero no todos, en un intento por impedir la plena igualdad jurídica de gays y lesbianas.

Esto lo que nos viene a decir, es que reconocen que hay que legislar para darnos algunos derechos pero hay que seguir excluyéndonos del matrimonio y sobre todo lo más indignante para nosotros es su deseo de eliminar cualquier posibilidad de adopción conjunta. Para ello insisten en plantear el debate de la adopción en falso y digo en falso porque gays y lesbianas ya tienen hijos e hijas, unos porque han adoptado individualmente, otros de matrimonios anteriores y muchas mujeres lesbianas son madres por inseminación artificial. Por lo tanto lo que estamos pidiendo es que estos niños y niñas puedan tener la protección legal de sus dos padres o madres, esto quiere decir que el hijo pueda tener la herencia de sus dos padres, que si uno de los padres fallece pueda contar con la protección de su otro padre y no le puedan separar de él como actualmente podría ocurrir. Por lo tanto lo que queremos es que nuestros menores tengan los mismos derechos que el resto.
Los que intentan esconder a nuestros hijos e hijas en el armario también argumentan que solo dos países en el mundo contemplan la adopción. Una nueva mentira pues la adopción conjunta por parte de homosexuales esta legalizada en Islandia, Suecia, Inglaterra, en todo Estados Unidos ( excepto en Florida), en el 80% del territorio de Canadá, en la Republica Sudafricana, Holanda, Gales, y en España: en Aragón, Euskadi, Navarra y pronto en Cataluña.

Otros activos contrarios a la igualdad son los hombres de la Jerarquía Católica que critican que esta ley es innecesaria y lo único que trae es crispación social. Esta quedando cada día mas claro, la crispación sobre todo la intentan provocar los más altos jerarcas de la iglesia, estamos cada día viendo como muchos obispos utilizan el insulto, utilizando palabras y argumentos que dejan claro la homofobia tan visceral que tienen hacia nosotros: ("Hasta las cucarachas tienen rango de familia", "sociedad libertaria y radical", "pensamiento libertino, radical y sectario", "ejercicio abusivo de la libertad", " el matrimonio homosexual es un virus para la sociedad española") Todo estos son palabras utilizadas por miembros de la Jerarquía Católica.
Y es que la Jerarquía Católica cada vez se aleja más de la realidad, se posicionan en contra del matrimonio homosexual, del divorcio, de la utilización de células madre para uso terapéutico, de la utilización de métodos anticonceptivos, del preservativo para prevenir el SIDA... Siguen sin aceptar que vivimos en un Estado aconfesional, y que por lo tanto no pueden imponer sus criterios morales al resto de la ciudadanía, el Gobierno debe responder a la realidad social y a la voluntad de los ciudadanos y ciudadanas, y como decía antes, la mayoría de los partidos políticos elegidos en las urnas el 14 de marzo están a favor de la plena igualdad para lesbianas y gays.


Toni Poveda
Coordinador General del Col·lectiu Lambda de lesbianes, gays y transsexuals





"UT QUID PERDITIO HAEC?"


¿Qué va a sacar la sociedad española de la "gran cruzada" que se está montando a propósito de los así llamados "matrimonios de gays y lesbianas"?
Evidentemente, el matrimonio es una realidad acreditada por una larguísima tradición de la Historia de la antropología ha dado buena y sabrosa cuenta. Una institución que ha dado lugar a estructuras muy diversas aun dentro de un esquema común, y que -en la cultura cristiano occidental- llegó a quedar "fijada" en la unión de un solo varón y una sola mujer, ligados inseparablemente por un sacramento que les mantendrá unidos en fidelidad y exclusividad hasta el fin de sus vidas. Así, entre nosotros, el matrimonio es entendido como una institución que, durante siglos, ha gozado de una salud excelente pero que en los últimos años va perdiendo parte de su prestigio. Ya la legalización de la estructura matrimonial civil supuso una buena "tormenta" ideológica.

Por otro lado, resulta también evidente que nuestro mundo -sobre todo en su sector más tradicional- se ha visto acosado por el alarmante incremento del número de personas que se manifiestan homosexuales, y no pocas de ellas toman la decisión de vivir unidas. Pero, cuando eso ocurre, los homosexuales han tenido que hacer frente a dos graves inconvenientes: verse señalados como personas "pervertidas" y que además pervierten la noble institución "original" que es el matrimonio homosexual.
Desde esa doble perspectiva por la que gays y lesbianas se sienten acosados y atropellados cuando no estigmatizados cuando reclaman lo que entienden por sus derechos, comienzan a surgir un poco por todas partes -y muy en concreto en nuestro país en los últimos procesos electorales- campañas de reivindicación de sus derechos frente a esa doble injusticia desde la que denuncian , no siempre con mesura y, muy frecuentemente, sí con folklorismo y espectáculos más o menos festivos, que se están pisoteando sus derechos: lo que fuerza a los diferentes partidos a definir sus posturas. Es más, en el fragor de la batalla electoral, todos se sintieron forzados a dar un paso más -al comienzo con un cierto aire cutre y banalizador alimentado por ritos extraños- reivindicando un tratamiento jurídico, económico y ritual en paralelo al tradicional matrimonio heterosexual en cualquiera de sus dos vertientes: civil o religiosa. Más aun: también exigen el derecho a una paternidad voluntaria lograda con la ayuda de las técnicas de reproducción asistida o por medio de la adopción a la que creen tener "derecho".
Así planteadas las cosas, algunos gobiernos -entre ellos el nuestro- inician un proceso legislativo, sin quedar muy claro si se trataba de algo a lo que se había llegado como fruto de un convencimiento, o más bien forzados por sus procesos electorales. Y, cuando todo hacía suponer que se iba a tomar la decisión de buscar una salida "pactada" en la que aparecieran claramente diferenciados los distintos tipos de u"Unión" (heterosexual, homosexual y "de hecho" en todas sus variantes), las presiones que el poder recibe llegan a ser de tal calibre que se ve forzado a ponerlo todo en el mismo saco; porque ni los colectivos de homosexuales y lesbianas aceptan negociar siquiera la denominación, ni los partidarios de la posición contraria -parlamentaria o extraparlamentaria, y muy en concreto la Iglesia católica con todos sus pesos pesados- están dispuestos a dialogar.
¿Quién gana con ello? La respuesta simplista podrá inclinar a alguien a pensar que la victoria es para los apodados "lobys homosexuales". Pero quizá habrá que hacerse a la idea de que todos perdemos y nadie sale vencedor. La situación nos avoca a una sociedad más crispada, nos va a presentar el triste espectáculo de unos grupos políticos cada vez más enfrentados, una Iglesia católica con mayor fama de intolerante y unos colectivos de homosexuales y lesbianas cada día más falsamente envalentonados en sus guetos.

¿No hubiera sido más fácil y rentable para la salud política, y para aumentar la valiosa tolerancia ciudadana -que es lo que hace crecer en humanidad-, regular los aspectos jurídicos y económicos de forma que las parejas de cualquier tipo así constituidas, con toda libertad y derecho, no quedasen marginados ni en sus obligaciones ni en sus derechos, y reservar el título "matrimonio" -una vez liberado del simplismo reduccionista y tramposo con el que lo presentaba hace unos días el preconizado comisario europeo Sr. Butiglione, y las infantilizadotas obviedades de "no es lo mismo" que proclaman a los cuatro vientos la concejala de asuntos sociales de un gran ayuntamiento hispano -para "unión heterosexual". Por lo visto, no pudo ser. Y esa posibilidad nos aboca a un conflicto que no acaba más que de empezar y en el que se va a mezclar de todo: matrimonios homosexuales, el "derecho (¿) de adopción por parte de los "así" casados, la obligatoriedad o no -y su evaluación- de las clases de Religión, las subvenciones estatales a las instituciones religiosas, la ampliación de situaciones que despenalicen las prácticas abortivas, los apostillados "divorcios express"., ...
¿Tendremos, entonces, que soportar el peso de las acaloradas discusiones y "ruidosas campañas" que se avecinan? ¿Tienen derecho unos y otros a montar sus personales reivindicaciones, a caballo entre ideología y derechos, y con más tinte de cruzada que de manifestación de las propias ideas?
En una situación sociológica muy diferente a ésta, los seguidores de Jesús lanzaron la pregunta al maestro: "Ut quid perditio haec?" (Mt. 26,8.). Se referían estas palabras a la "inversión en pérdidas" de unos gastos y esfuerzos que, a pesar de su valor de alcance religioso y simbólico, quienes, de algún modo, los sufrían no lo pudieron ver así. Tampoco nosotros lo hubiéramos comprendido al querer que nadie salga perdiendo. Allí tenía la razón, como no podía ser de otro modo, Jesús. Aquí, ¿quién podrá alcanzarla sin que nadie "pierda"?.