LA NUEVA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA

La Biblioteca de Alejandría [Snøhetta Architects] se inauguró oficialmente el pasado 16 de octubre, tras cuarto de siglo de trabajos y una inversión superior a los 230 millones de dólares. Su propósito: convertirse en un centro cultural de alcance mundial. La Nueva Biblioteca resulta colosal por su tamaño - es la segunda más grande del mundo después de la del Congreso estadounidense - e inmensa por el alcance de su cometido: recobrar el esplendor científico, cultural y humanístico perdido hace mil 400 años con la destrucción de la antigua Bibliotheca Alexandrina. Con un diseño de enorme disco solar que surge del paseo marítimo de Alejandría, la nueva biblioteca ofrece en sus muros cientos de pictogramas, símbolos y jeroglíficos, signos, letras y trazos de todas las escrituras y alfabetos conocidos. Estatuas clásicas romanas y griegas dan paso en el interior a una luminosa estancia hipóstila, inspirada en los templos faraónicos, con capacidad para 2.000 personas y que será la mayor sala de lectura del mundo. Allí se podrá husmear el conocimiento acumulado desde que se redactaron los pergaminos que hicieron famosa a la antigua biblioteca, donde estudiaron Arquímedes, Euclides y Eratóstenes, y se tradujo al griego toda la sabiduría de la Antigüedad. Igual que la primera, la segunda Biblioteca Alejandrina tiene secciones dedicadas a la astronomía, la medicina, el arte, la historia, la filosofía, la botánica, la geografía y las matemáticas, con volúmenes en muchos casos manuscritos. A diferencia sin embargo de aquella, en la nueva tampoco faltan decenas de miles de títulos sobre física cuántica, alta tecnología, electrónica, informática, ciencias económicas y el mundo de los negocios, en soportes que van desde la fibra óptica al microfilme. Si en su época de mayor esplendor, la antigua biblioteca llegó a almacenar 700.000 libros en rollos de papel, en esta segunda se pretenden alcanzar los dos millones de ejemplares, aunque en una fase preliminar sólo estará disponible un cuarto de millón. No ha sido fácil aunar voluntades e intereses que permitieran encontrar la financiación necesaria para hacer realidad la idea que en 1974 tuvo el entonces rector de la Universidad de Alejandría, Mamdough Lofti Diowar, de resucitar la legendaria biblioteca de su ciudad. Hasta quince años después no se convocó el concurso por el que en 1989 se concedió la construcción de la obra al grupo noruego Snohetta, que la realizó en colaboración con el arquitecto austríaco Christoph Kapeller, radicado en EEUU. Anunciada en un principio para el año 2000, la inauguración fue postergada a 2001 por retrasos en el proyecto, pero los atentados del 11 de septiembre de ese último año contra Washington y Nueva York obligaron a un segundo aplazamiento. Finalmente, miles de invitados tienen previsto acudir el miércoles al acto de apertura, donde se han dado cita personas cuya diversidad de lenguas, culturas, religiones y orígenes refleja la universalidad de la nueva institución. La reina Sofía de España, la reina Silvia de Suecia, la reina Reina de Jordania, el presidente de Francia, Jacques Chirac, el de Egipto, Hosni Mubarak, y el de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, han anunciado su asistencia, junto a académicos, arqueólogos, estudiosos, historiadores, diplomáticos y funcionarios de diferente rango llegados desde todos los puntos del planeta. Iniciada su construcción bajo Ptolomeo I, hacia el 290 antes de Cristo y finalizada en el mandato de su sucesor, Ptolomeo II, la antigua Biblioteca de la ciudad fundada por Alejandro Magno tuvo un paso brillante pero fugaz y no menos accidentado por la Historia. Pasto de las llamas durante la guerra que enfrentó a Julio Cesar y Marco Antonio en el reinado de la también mítica Cleopatra VIII, la biblioteca fue reconstruida para ser de nuevo incendiada en el 390 después de Cristo, en este caso por creyentes cristianos que la consideraban un baluarte de paganismo. El general árabe Amr ibn Al As vino a continuación a echar abajo lo que quedaba en pie en el 642, y pese a que desde entonces los restos del edificio permanecen sumergidos, posiblemente bajo el mar, en algún sitio aún no localizado frente a la moderna Alejandría, su recuerdo nunca ha abandonado la memoria.