Política cultural

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Desde el punto de vista estético, la cultura opera como un significante de las diferencias y similitudes en el gusto, la sensibilidad y el estatus de los grupos sociales. Antropológicamente, se trata de comprender la manera en que vivimos nuestra vida dentro de esos grupos. Tender puentes entre los registros estético y antropológico es la tarea de la política cultural. Yúdice y Miller trazan un minucioso itinerario de la historia de la gestión cultural en Occidente desde el feudalismo al Estado moderno, en el que se observa cómo la cultura se convierte poco a poco en bien común. La unificación lingüística y la producción de literaturas nacionales son las primeras manifestaciones de este tipo de cultura estatal o nacional. Un magistral análisis de la política cultural de Estados Unidos muestra de manera paradigmática el uso de la cultura con fines propagandísticos, como ocurrió durante las dos guerras mundiales y a lo largo de la Guerra Fría. Una investigación de las políticas culturales autoritarias en los Estados socialistas, bajo el nazismo, en la época colonial de Sudamérica y en los Estados sudamericanos poscoloniales aporta datos de una gran riqueza, junto con otros aspectos tan importantes como poco atendidos dentro del panorama internacional. Mediante la teoría, la historia y la política, Miller y Yúdice procuran articular el conocimiento con el cambio social progresista. De ahí que se destaquen, entre las muchas funciones de la política cultural, la promoción de la diversidad de expresiones y la creciente importancia de las industrias culturales, más allá de sus implicaciones comerciales, por su tarea de fomentar iniciativas minoritarias. Finalmente, los autores se ocupan de la función cultural de los museos, de las políticas culturales transnacionales de organismos como la ONU, la UNESCO, el GATT, Mercosur y la UE, evalúando críticamente sus logros, problemas e iniciativas. Toby Miller es profesor de Política Cultural y Estudios Culturales de la New York University. George Yúdice es profesor de Estudios Americanos y director del Centro de Estudios para América Latina y el Caribe. Gedisa ha publicado también su obra El recurso de la cultura en esta misma colección. INDICE Agradecimientos Introducción: Historia y teoría de la política cultural 1. Estados Unidos, la política cultural y el Fondo Nacional de las Artes 2. Las industrias de la cultura: ciudadanía, consumo y mano de obra 3. Las culturas planificadas y lo poscolonial 4. Museos 5. La política cultural transnacional Conclusión Referencias bibliográficas Índice temático COMENTARIOS DE LA PRENSA Artículo publicado en La Vanguardia, martes 16 de marzo de 2004 "La cultura mediática es buena para pensar", asegura George Yúdice El ensayista publica "Política cultural", una historia de cómo se ha gestionado la cultura desde el feudalismo hasta nuestros días BARCELONA. - "La cultura mediáti­ca es buena para pensar." La frase no la pronuncia ningún adalid de la telebasura, sino todo lo contrario: George Yúdice, profesor de la Universidad de Nueva York, es uno de los principales teóricos mundiales sobre la industria cultural. Estos días, ha visitado Barcelo­na para hablar del nuevo papel de los museos y para presentar "Política cultu­ral" (Gedisa), su nuevo libro -que firma junto a Toby Miller-, en el que desmon­ta bastantes tópicos sobre la cuestión. En la línea del sociólogo francés Bernard Lahire -bautizado como "el anti Bordieu"-, Yúdice destaca algunos as­pectos positivos de la industria cultural, tradicionalmente denostada por un sec­tor de pensadores. Para este intelectual hispano, "las industrias culturales no producen un lavado de cerebro, sino que los usuarios interpretan activamen­te los mensajes a su manera. Es más: las empresas, para ser más rentables, han te­nido que diversificarse enormemente en mercados de nicho, que proliferan en todas partes, desde la música hasta la li­teratura, pasando por el cine o la televi­sión. Cada vez hay más diversidad: en EE.UU. acaba de aparecer el primer ca­nal de televisión totalmente lesbiano de la historia. Eso nos acerca a la promesa utópica inicial de las industrias cultura­les: todo el mundo podrá acceder a la cul­tura según sus intereses". Ahora bien, "la diversidad cultural no es necesariamente democracia, como afirman los neoliberales. Eso es empo­brecer el sentido del término, porque una cosa es consumir productos y otra muy distinta participar en las decisiones políticas en la materia. Un consumidor no es lo mismo qué un ciudadano". La Barcelona que visita Yúdice cuen­ta con diversos tipos de museo, desde el apacible MNAC hasta el combativo Macba. ¿Cuál es el papel de estos centros en el mundo de hoy? "Estamos pi­diendo al arte que solvente problemas sociales -responde-, la estética no es re­conocida y el artista parece un trabajador social. Mi posición es que no le in­cumbe al arte solucionar ese tipo de problemas... pero sí mostrarlos. Lo que se debe hacer es sacar a relucir los aspectos ocultos del espacio público, mostrar la vulnerabilidad de las personas." Yúdice y Miller historian, en su libro, la gestión cultural en Occidente, desde el feudalismo hasta nuestros días. También comparan la política cultural norteamericana y la de Europa;la primera dominada por las fundaciones y la segunda más estatalista. "En realidad, en Estados Unidos hay mucho dinero público dedicado a la cultura -matiza-, sin embargo, es gestionado por instituciones privadas. Y eso ha provocado problemas en cuanto a la libertad de expresión, aunque el Estado tampoco la respeta, pues hace poco suprimió las ayudas a los programas universitarios que la administración juzgue que promueven el antiamericanismo´." Para Yúdice, la excepción cultural, el arma que utiliza Francia contra las presiones homogeneizadoras de EE.UU., presenta "el problema de que pone énfasis en unos presuntos "valores nacionales" cuando las sociedades cada vez son más diversas". El libro también analiza el papel de diversas instituciones culturales, entre las que. sorprende hallar nada menos que a la Organización Mundial del Comercio (OMC) o el Mercosur. "Es que es ahí donde realmente se decide -arguye el autor- si es posible proteger una, tradición cultural local o no. La cultura es un gi­gante económico que genera ya más porcentaje del PIB que la industria." Y "no tiene sentido olvidar el aspecto económico: por ejemplo, llenarse la boca con la diversidad cultural y no emprender programas que impulsen las pequeñas y medianas empresas, que son las que la garantizan. Es decir, las galerías, las disco gráficas independientes... son fundamentales para un ecosistema sano".

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